sábado, 18 de mayo de 2013
   

Nuestra cultura sobrevalora el esfuerzo y la acción. La persona ocupada se siente importante. La actividad se acaba convirtiendo en una trampa: se está tan enfrascado en lo que se hace que se acaba olvidando para qué se hace (objetivo).

Tu consciente sólo puede ocuparse eficazmente de un asunto a la vez. La dispersión lleva al estrés.



una tarea a la vez

 

 Cambiar de una tarea a otra
encarece las dos. Y las retrasa.











Saltar de un asunto a otro alarga el tiempo que ocupa cada uno de ellos. La eficacia se consigue trabajando en un asunto hasta donde se pueda, con olvido de lo demás.


un solo trabajo a la vez

 

No cuenta lo que trabajas,

sino lo que terminas.









Mantén un escritorio ordenado. Tu escritorio es un lugar donde recibes, procesas y emites información.
 
Sólo debes tener la referente al asunto en que trabajas y las herramientas de uso cotidiano. Los montónes de documentos sobre tu mesa dificultarán tu concentración y sólo contribuirán a producirte también estrés.

Si tocas un documento (papel o correo electrónico), pasa a la acción: resuelve, reencamina, archiva o tira (envíalo a "la papelera"). Pero no lo dejes para “más
tarde”.

Evita las interrupciones. Alargan extraordinariamente el tiempo preciso para realizar una tarea. Acepta las menos posibles y sé asertivo: aprende a decir "NO" cuando lo que tienes entre manos es más importante que el imprevisto que te surja.

Convierte en un hábito

el preguntarte

si lo que vas a hacer es lo mejor

que puedes hacer ahora.

 

 

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